DAVO, UN PERRO QUE DEJO HUELLA.

Bienvenidos/as de nuevo a mi blog en Pelúdibus, hoy quiero contaros una historia real que demuestra claramente que si a un perro le das la oportunidad, se convierte en un amigo, compañero de vida, da todo de sí mismo y por supuesto, te brinda su compañía hasta el final de sus días.

Al comienzo del blog, para quienes lo seguís ya sabéis que Davo fue el primer pastor alemán, él fue el primer perro que llego a mi vida. Para aquellos que lo estáis descubriendo os invito a leer mi biografía donde os hablo brevemente de él. Partiendo de esa base, Davo era un perro al que la vida había tratado injustamente, dado que vivía en la calle sin conocer lo que es tener una familia, un hogar, amigos humanos y conocer a otros perros, vivir rodeado en un ambiente de cariño, en el que reciba amor, comprensión, cuidados, lo que es la felicidad y un sin fin de experiencias que no conoció en su momento, pero que mi familia y yo si le dimos la oportunidad de vivir.

Davo, era un perro abandonado, lo encontré cuando yo tenía 3 años, lo llevamos al veterinario y allí le bañaron, desparasitaron y nos lo llevamos a casa. Es a partir de este momento, cuando le dimos la oportunidad de vivir con nosotros. Él era un perro con un grado altísimo de paciencia, empatía emocional, juguetón y una infinidad de adjetivos que podría seguir diciendo, pero la historia debe continuar.

Como decía, cuando a un perro le das la oportunidad de ser feliz, te lo agradece con creces y eso es lo que hacía él día tras día, yo era una niña de naturaleza traviesa y él en alguna ocasión, fue “victima “de alguna de ellas, sin embargo, parecía comprender que era pequeña y jamás tuvo un mal gesto conmigo ni con mi familia.

Pasaron unos años, yo ya era más mayorcita pero aún así una niña, yo tenía amigos/as pero ninguno podía compararse a la amistad que tuve con Davo, quién desde el minuto uno, me enseño que un perro podía ser un gran amigo y compañero de vida. Junto a él, descubrí lo que era pasear escuchando el ruido de la naturaleza y también observar como era feliz, ya que descubrió junto a mi familia, lo que era poder pasear, disfrutar de la naturaleza, jugar con juguetes, y conoció también a la que sería una buena amiga perruna Chaku.

Los años pasaban y aunque en ese periodo de tiempo le enseñamos un poco de obediencia, aun así, era un perro que tenía temperamento y, en ocasiones, nos llevó a vivir circunstancias un tanto difíciles como alguna pelea con otro macho, marcaje mediante orina entre otras conductas. Davo, por otra parte, era un escapista profesional, recuerdo que se escapaba para visitar a Chaku la pastora alemana de unas amigas, o se iba a la zona en la que solíamos pasearle, por lo que encontrarle dentro de lo que cabe no resultaba muy complicado.

Una de las experiencias más bonitas que recuerdo, fue que dimos un paseo por un pinar precioso y lo veía disfrutar con nosotros, yo como buena niña exploradora estaba viendo a ver si encontraba algún bichito, cual fue mi sorpresa al descubrir que Davo, no me quitaba el ojo de encima e iba supervisando las zonas por las que yo me movía. También recuerdo cuando me miraba con esos ojos marrones, expresando tantas emociones, que era mágico estar los dos juntos, el tumbado y yo tumbada apoyando mi cabeza, mientras escuchaba su corazón.

Llegamos al final de esta historia, contando un hecho muy bonito y que cambiaría la vida de una de las personas más importantes de mi vida, mi madre, ella tenía miedo a los perros debido a una experiencia traumática con un rottweiler y, gracias a la llegada de Davo a la familia, supero ese miedo y hoy en día, es feliz teniendo perros, disfruta de su compañía, conociendo más de ellos y viviendo experiencias con perros a diario.

Deja una respuesta

Comparte si te gustó

Otros artículos del blog